Misión Imposible IV: Protocolo Fantasma

Desde Rusia con amor.

La de "Misión Imposible" es una franquicia que, apenas después de su segunda entrega, ya parecía estar absolutamente defenestrada (con una bochornosa lucha sobre motos de gran cilindrada, incluida). Y cuando ya nadie contaba con ella, apareció J.J.Abrams para hacerse con las riendas de la tercera entrega y convertir la cinta en un homenaje a su propia serie de espías: Alias. Los resultados fueron más que aceptables, tanto a nivel de crítica como de público, así que se lanzaron a realizar una cuarta parte aunque, en esta ocasión, limitando las funciones de Abrams, únicamente, a las de productor y dejando la dirección en manos de Brad Bird (Ratatouille, Los increíbles), en su primera cinta con personajes de carne y hueso. Confieso que guardaba ciertas reticencias acerca del grado de implicación de Abrams en esta nueva película, después de haber declinado la silla de director. Por suerte, mis dudas se volatilizaron al poco de empezar la cinta y encontrarme con Sawyer, de la serie Perdidos, convertido en todo un espía de nivel internacional. ¿Pura coincidencia? Con Abrams de por medio, permítanme que lo dude.

¿Ustedes se acuerdan de Ethan Hunt, el prota de las tres anteriores? Si hombre, ese que lo mismo te salta sobre un tren en marcha desde un helicóptero en llamas, que te escala una montaña a pelo, que se cuela dentro del Vaticano sin apenas esfuerzo o que se va a la semana santa de Sevilla y se organiza unas fallas... Ese mismo. Pues resulta que en esta nueva entrega el hombre está cumpliendo condena en una prisión rusa y empieza la peli que sus compañeros del MI-6 lo quieren rescatar. En esas estamos, con los espías americanos jugando en suelo ruso, que habrá un atentado en el mismísimo Kremlin y, aunque en principio nuestros muchachos no tienen nada que ver con el berenjenal, los rusos se encabronan cosa mala e incluso la momia la Lenin hace un amago de levantarse y ponerse a perseguirlos.

Total, que cuando Ethan Hunt y sus muchachos pidan ayuda al gobierno americano, éste se limitará a meterse las manos en los bolsillos, mirar hacia arriba y silbar alguna cancioncilla, así como haciéndose el despistado en plan de que con ellos no va la cosa. Esto significa que el equipo está solo para: 1. Huir a toda leche; 2. Encontrar al verdadero causante del atentado y saber que está tramando; 3. Limpiar su buen nombre y el del gobierno americano.


Realmente estas adaptaciones cinematográficas poco tienen que ver con la serie original más allá de la banda sonora, las máscaras que lucen los espias y la incorporación de una mecha que avanza inexorable como signo de identidad del producto. El grupo que ha rodeado al prota ha ido variando a lo largo de las entregas. En esta ocasión el equipo está formado por a) el propio Ethan, una especie de action man cienciólogo todoterreno interpretado, una vez más y no podía ser de otra manera, por Tom Cruise; b) un informático en el papel de tipo gracioso del equipo que ya aparecía, aunque con menor peso específico, en la tercera entrega, interpretado por Simon Pegg; c) un resolutivo burócrata que se verá metido en todo el fregado y se mostrará empeñado en disputarle el puesto de macho alfa a Ethan, interpretado por Jeremy Renner (el Ojo de Halcón de Los vengadores y que proviene de la competencia, porque anteriormente había intervenido en la adaptación cinematográfica de Los hombres de Harrelson); y d) una tia jamona capaz de romperte un brazo por cinco sitios distintos a la vez que te provoca una erección, interpretada por Paula Patton (vista en Reflejos o Precious).

Misión Imposible: Protocolo Fantasma es entretenimiento en estado puro, una cinta llena de acción frenética, momentos de pura adrenalina y situaciones límite cada dos por tres. La película está planteada en forma de cuatro grandes escenarios (ninguno de ellos en suelo americano, recuperando la vieja tradición de las películas de espías de mostrar mundo al espectador) unidos todos ellos por una fina (finísima) linea argumental (los buenos deben atrapar a los malos y salvar al mundo). Estos cuatro grandes bloques, de prácticamente media hora cada uno, siguen a rajatabla la norma de que: cada uno de ellos debe resultar más espectacular que el inmediatamente anterior. El problema es que si en el primer gran escenario ya has volado por los aires el Kremlin la cosa está complicada y lo que termina ocurriendo es que tanta acción acaba derivando hacia el abuso y volviéndose en contra de la cinta. De estos cuatro escenarios me convencieron tres, pero reconozco que el cuarto se me hizo muy cuesta arriba, con alguna escena, cómo la del maletín, que más que de una película de espionaje seria parecía sacada de un capítulo de la pantera rosa. Al final la sensación de la película es de que, efectivamente, la acción va de menos a más, pero la cinta parece seguir el camino inverso.

Resumiendo: La saga demuestra seguir en muy buena forma, con una nueva y espectacular entrega que, no obstante, se muestra incapaz de saber cuando se está pasando de frenada.

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