Esclavas del Espacio (Slave Girls from Beyond Infinity, 1987)

¿Qué hace una chica como tú en un planeta como éste?

Hay quien mira al cielo nocturno, ve puntos luminosos y titilantes, y piensa en las estrellas, en la radiación electromagnética, en neutrinos y viento estelar. Otros alzan la vista hacia la bóveda celeste y piensan en naves espaciales, robots y esculturales chicas en bikini. Ken Dixon es un claro representante de esta segunda tendencia al haber dirigido, guionizado y producido Esclavas del Espacio, una serie B de ciencia ficción protagonizada por una hembra cuyos pechos merecerían ser estudiados por los astrónomos durante décadas (nos referimos a la insigne delantera de Elizabeth Kaitan).


La historia sigue las aventuras de Daria y Tilsa, dos atractivas hembras vestidas con un escueto bikini de piel de conejo, que han sido apresadas por un navío espacial para ser vendidas como esclavas. Nuestras dos protagonistas se las arreglan para salir de su celda, reducir a los guardas y escapar en una lanzadera, aunque acaban estrellándose en un planeta selvático (se ve que las mujeres conducen mal por toda la galaxia). Allí conocerán al misterioso Zed, un extraño personaje que vive en una fortaleza custodiada por robots, y que les propondrá un juego de lo más peligroso.

Esclavas del Espacio funciona básicamente como una versión espacial y pseudo erótica de El malvado Zaroff (1932), aquella mítica producción de la RKO donde un excéntrico millonario se dedica a cazar náufragos como si fueran animales. La cinta, a grandes trazos, sigue la misma línea argumental que el original pero toma prestados ciertos iconos que los Pulp Magazines hicieron populares a principios del siglo pasado. De manera que el mar Caribe queda sustituido por una galaxia muy, muy lejana, los sirvientes por androides, los animales de la selva por mutantes o zombies, y los náufragos por tres bellas esclavas dotadas de características genéticas de primer orden. Dichas mujeres, además, se encargarán de lucir sus curvas durante todo el metraje, ya sea en microscópicos bikinis, lencería o top-less.

El filme contiene desnudos parciales, sexo y violencia, además de una vena sexista de fondo, un hecho que causó cierto revuelo en el Senado de EE.UU. después de que la película fuera retransmitida en la tele por cable, pero vista hoy en día resulta de lo más inofensiva e inocua. Armas de juguete, monstruos de juguete, decorados de juguete y sexo de juguete, es lo que se puede encontrar en esta fantasía ligera que escasea en vestuario, acción, medios, talento, verosimilitud y estilismo, pero que pese a todo consta de cierto carisma, por la frivolidad de la propuesta, la vocación artesanal de su puesta en escena y su predilección por la exhibición femenina en detrimento del desarrollo narrativo.

Y para acabar una mención especial a Ken Dixon, el director, que antes de llevar a cabo ésta, la que sería su última película, se había especializado en una serie de documentales-antologías que reunían lo mejor y más granado de un género concreto, de donde destacariamos The best of sex and violence (1981), Famous T & A (1982), y entiéndase “T & A” por tetas y culos, y Filmgore (1982).



La frase: «Hasta hoy no me había dado cuenta de cuánto echaba de menos hacer el amor, han pasado tantas cosas últimamente... Me has hecho sentirme viva otra vez. Ya sé lo que quiero, ya sé por lo que lucho ahora, grácias.»

1 piquitos de oro:

Möbius el Crononauta dijo...

Esto es pa verlooo

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