Lo que queda del día (1993)


Sentimientos escondidos

Hay veces que creemos que hemos olvidado a alguien cuando, por alguna causa que otra, nos vuelve a aparecer su recuerdo, y si además marcó profundamente una etapa de nuestra vida es inevitable que nos vengan imágenes de los momentos compartidos. Esto se observa plenamente en Lo que queda del día, adaptación cinematográfica de 1993 de la famosa novela de Kazuo Ishiguro (que aquí a causa del estreno del film se volvió a publicar con el título Los restos del día), dirigida por James Ivory. La película obtuvo un gran éxito y estuvo nominada para los Oscars en 8 categorías, incluyendo mejor actor y actriz, que eran nada más ni nada menos que Anthony Hopkins y Emma Thompson, y que ya habían trabajado con Ivory en su anterior película, Regreso a Howards End (1992), con la que también consiguió varios premios y nominaciones (en esa ocasión sí que se llevó 3 Oscars, uno para Thompson). En ambos films, el director británico contó con Tony Pierce-Roberts para la fotografía y con Richard Robbins para la música y, en cuanto a la película que nos concierne, el resultado global es muy digno para una historia llena de emociones contenidas.


La historia ocurre en Inglaterra y empieza más o menos a mediados de los años 50. Una gran mansión llamada Darlington Hall ha sido comprada en una subasta por un norteamericano llamado Lewis (Christopher Reeve), un antiguo congresista, ya retirado de la política, que ya había frecuentado la casa veinte años antes, cuando el recientemente fallecido lord Darlington (James Fox) recibía a políticos y gente importante que decidían temas cruciales sobre el futuro de Europa allá por los años 30. El poco personal que queda en la casa está dirigido por el impecable mayordomo Stevens (Hopkins), pero este, a partir de una carta que ha recibido de una antigua ama de llaves, la señora Kenton (Thompson), en la que comenta que ha reñido con su marido y recuerda mucho los años vividos en la mansión, Stevens cogerá unos días de fiesta para ir en busca de esa mujer que tan bien trabajó con él y a la que intentará convencer para que vuelva al oficio a causa de falta de personal. Tras el comienzo de ese viaje, Stevens recordará el día que llegó ella a la mansión y cómo comenzó una relación tan especial entre ambos, llena de sentimientos compartidos pero no revelados.


La novela está contada en primera persona por el personaje de Stevens, pero es un acierto que en la película las únicas voces en off que aparecen son las del principio de ella y de él al leer el contenido de las cartas que se envían. La narración está dividida en dos partes: el presente en el que Stevens viaja al oeste para encontrarse con la señora Kenton, y el pasado en el que se cuenta la evolución de la relación de ambos y todo lo referido a los asuntos políticos que se debatieron en la casa. Pero tanto una parte como la otra están dirigidas de forma impecable por James Ivory. Durante toda la película elige los planos idóneos para resaltar cualquier situación fundamental y consigue una gran puesta en escena, en ocasiones llevada a cabo con movimientos de cámara ejecutados brillantemente, logrando algunos travellings dignos de mención y ayudado en muchos momentos con los buenos temas compuestos por Robbins.


Pero los actores también están muy correctos, aunque sobresalen por encima de todos Emma Thompson (su personaje quizás desaparece demasiado en algún momento de la película) y Anthony Hopkins. Por supuesto que la actuación de él es lo más destacable de la película y parece coger cierta parte de la frialdad que caracterizaba a su personaje más laudeado, el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos (1991), al guardarse todos sus sentimientos y de esta manera no perturbar el orden en su trabajo. Su recreación es casi perfecta por los gestos que hace y la manera de comportarse y de contener sus emociones ante sucesos tan importantes y duros para él como la muerte de su padre, que también había entrado a trabajar a la vez que la señora Kenton. Y la relación entre ella y Stevens contiene escenas tan memorables como la más recordada de la película, en la que ella entra en la despensa de él para ponerle unas flores en un jarrón y lo encuentra, en uno de los pocos momentos que tiene de ocio, leyendo un libro, y le pregunta por curiosidad qué libro es, a lo que él se niega a enseñárselo acercándose a un rincón de la habitación, hasta que ella casi lo acorrala y se lo quita separándole lentamente los dedos, siendo el momento más emotivo de la película y en el que verdaderamente él la mira con deseo y, a la vez, con el temor de que descubra sus sentimientos hacia ella.


"Una historia de amor no confesado que guarda escenas memorables gracias a las actuaciones de su pareja protagonista y la gran puesta en escena del director"


3 piquitos de oro:

Carmen Sanz dijo...

Esa es una de las películas que me encantó cuando la vi y que me llegó muy dentro.

Saludos :)

Möbius el Crononauta dijo...

Preciosa y precisa. Un encanto de peli.

José Antonio del Pozo dijo...

estupenda reseña, estoy ahora mismo escribiendo sobre esta peli y este libros, memorables para mí.
saludos blogueros

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