Crónica de un verano (1961)


¿Qué es la vida? Un frenesí

Si en estos tiempos se hiciera un documental que se basara en un estudio sobre la manera de vivir de los habitantes de ciudades españolas como Madrid o Barcelona, su resultado recordaría, aunque con otros matices y otros tipos de vida, al que consiguieron medio siglo atrás los franceses Jean Rouch, director de cine y antropólogo, y Edgar Morin, filósofo y político, con el documental Crónica de un verano (1961), que se realizó en París en el verano de 1960. Al principio, ambos autores explican más o menos lo que quieren realizar y se lo explican a una mujer llamada Marceline, que será una de las personas que más aparecerá en el film y a la que encargan que vaya con un micrófono por las calles parisinas a preguntar a la gente si es feliz o cómo hacen para defenderse en la vida (ver vídeo).

Más adelante, la atención se centra más en charlas profundas con obreros, estudiantes, immigrantes, e introduciendo temas como la guerra de Argelia, que ya duraba seis años, y otros tan actuales como el trabajo o la vivienda, relacionado con el modo de vida de cada ciudadano. Lo curioso es que el documental se cierra con un debate con algunos de los personajes principales del documental a los cuales se les ha pasado en privado la película, dando cada uno de ellos su punto de vista sobre lo que han visto, siendo el resultado para algunos más satisfactorio que para otros, pero dando un sentido más interesante al global de la cinta. Los mismos directores darán también su balance por lo que han conseguido y por las opiniones de sus protagonistas.


Hay que comentar que cuando se realizó esta película hacía únicamente dos años que había surgido un grupo de cineastas englobados con el nombre de la Nouvelle Vague. Y precisamente Crónica de un verano debió nacer a partir de esa espontaneidad e improvisación, apartándose más de la ficción que tanto empezaron a caracterizar los films que se englobaban en ese movimiento cinematográfico, con una suma libertad para plasmar lo que fuera en pantalla. En el caso de este documental se une que el tema se fundamenta en las preocupaciones generales de la gente de la calle, o sea que aún radica más en la exposición de querer mostrar lo que verdaderamente preocupaba a los ciudadanos, acercándose totalmente a la realidad de aquel tiempo.


Y es que si repasamos la trayectoria de Jean Rouch y Edgar Morin entenderemos seguramente el motivo y el objetivo de su película. El primero fue considerado uno de los máximos representantes del cine etnográfico, realizado generalmente por etnólogos, sociólogos o antropólogos, como empezó haciendo Robert J. Flaherty con Nanuk el esquimal (1922). Varios de los documentales que Rouch dirigió se centraron en África, tanto en costumbres como en las relaciones entre negros y blancos; y precisamente en este documental hay un chico llamado Landry, de Costa de Marfil, que explica la evolución de su integración en París, igual que la aparición de otros chicos africanos con los que se dialoga sobre el Congo. Y Morin es un pensador bautizado por la UNESCO en 2001 como "El Pensador Planetario", que deja claras sus intenciones con intervenciones mucho más personales, como la entrevista que hace a Marilou, una mujer de 27 años que tres años atrás dejó Italia para irse a París y que le cuenta cosas demasiado íntimas, convirtiéndose Morin en un terapeuta para ella.


Por eso, el documental pasa por diferentes fases. Empieza con un gesto poco modesto, seguramente introducido por parte de la productora, destacando el recibimiento del Premio a la Crítica Internacional en Cannes, recordando otros títulos clásicos anteriores que ya lo habían obtenido. Luego ya vemos a los directores explicando lo que vamos a ver, con dicha secuencia fenomenal en la que Marceline, acompañada de una tal Nadine, pregunta a desconocidos si son felices. La respuesta de un mecánico de coches es totalmente sincera diciendo que las condiciones para vivir son imposibles, por eso las facturas no son todo lo legal que deberían de ser. También entran en un piso donde harán la encuesta a una pareja formada desde hace un año y medio por un pintor y su novia, y que viven básicamente al día, sin buscar la felicidad y como dicen "ganando dinero para enriquecer nuestro mundo". Después aparecerá también un obrero de la Renault, llamado Angelo, al que se seguirá durante un día normal con imágenes muy bien llevadas de los trabajadores comiendo en su descanso laboral; o otra pareja con la que hablan sobre el problema de tener una vivienda digna. Lo peor llevado es la introducción de algunas entrevistas más personales que conllevan a perder esa espontaneidad buscando demasiada implicación en la vida de algunos personajes, como con la citada Marilou, pudiéndote creer si es verdad o no lo que se cuenta.


"Un documental bastante interesante que sigue siendo muy actual con temas como el trabajo, la vivienda y la manera de vivir de los ciudadanos parisinos de aquel tiempo" 



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