Nick Carter, aquel loco, loco, detective (Adéla ještě nevečeřela, 1977)

Flower Power


Nick Carter es un popular personaje de ficción, bastante desconocido por estos lares, que empezó sus andanzas allá por el año 1886 en una Dime Novel (novela de diez centavos), publicación barata y sensacionalista pariente próxima de las revistas pulp. Aunque su vida ha dado muchos tumbos en diversas novelas, radioteatro, comics, revistas y una trilogía cinematográfica con dos de sus películas a cargo de Jacques Tourneur, el personaje, en lo básico, está considerado una especie de Sherlock Holmes a la americana. Oldrich Lipský se basó en esta concepción del héroe para crear su personal sátira, y montó una disparatada trama a partir de la idea principal de La pequeña tienda de los horrores (1960).


La historia es la siguiente: Nick Carter, el mejor detective de América, viaja a Praga para desentrañar un misterioso caso: la desaparición del perro de una viuda adinerada. Lo primero que hace al llegar es familiarizarse con las costumbres del lugar, así que coge una buena curda de cerveza Pilsen. Al día siguiente empieza sus pesquisas y descubre que la culpable de todo es Adela, una planta carnívora que se ha zampado a la mascota. El consecuente paso lógico en su investigación es esposarla y llevarla al laboratorio, pero el Barón Von Kratzmar, la mente criminal que está detrás del perrocidio, se interpondrá en su camino.


Aunque el acabado visual se resiente por la economía de recursos y por una puesta en escena bastante televisiva, Nick Carter, aquel loco, loco, detective está perfectamente vinculada a la filosofía como cineasta de Lipský. Esta película pone en la picota los clichés del género detectivesco, logrando una caricatura repleta de humor físico y momentos absurdos, y fundiendo con acierto elementos característicos de las revistas pulp, la aventura decimonónica, el melodrama silente y los dibujos animados.


El disparatado desarrollo de esta gamberrada multirreferencial, más propio de una fantasía animada de Hannah Barbera que de una película, lleva a nuestro protagonista a enfrentarse contra un malvado de tebeo, a sobrevolar la noche de Praga cual héroe enmascarado o a perseguir un globo montado en una bici voladora, mientras sale ileso de todo tipo de peligros gracias a diferentes artefactos steampunks, entre los que destacan un gorrocóptero y un rifle solar. Dichos gadgets fueron diseñados por Jan Švankmajer, un peculiar artista checo aclamado por cineastas como Tim Burton o Terry Gilliam.


Aunque menos aparatosa en recursos narrativos que otras películas de Lipský, la cinta cuenta con algunos momentos brillantes, como el corto animado con el origen del villano, la acrobática persecución, un último tercio a lo Scooby Doo o el doble final feliz. Adela, la planta carnívora a la que se le abre el apetito escuchando a Mozart, le debe mucho a Audrey II, la golosa planta parlanchina de La pequeña tienda de los horrores (1960), el clásico de culto de Roger Corman. Es muy significativo que ambas producciones acabaran siendo adaptadas al teatro como comedia musical, la una en Praga y la otra en Broadway.


Como apunte final, señalar que pese a una puesta en escena algo rudimentaria, Oldrich Lipský logra una desmadrada parodia de las novelas de detectives sirviéndose del tono ingenuo y vivaz que caracteriza a la Nueva Ola Checoslovaca, movimiento que ya empezaba a agotar su fórmula a finales de los 70's.



La frase: “Excúseme, me esperan en una ejecución. ¡No la mía, por supuesto!”

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