El poder (The Power, 1968)


Nos encontramos en San Marino, California, en un laboratorio que se dedica a probar los límites físicos del ser humano. Lo que llamaríamos una fábrica de hacer pupa. Para asegurarse de que todo el dinero del proyecto es invertido en ingeniosos suplicios de última tecnología, un enviado del gobierno asiste a una reunión del comité. Durante dicha reunión un estropeado científico afirma que, según unos últimos cuestionarios, hay un miembro del comité con una inteligencia que se sale del gráfico y que tiene el poder de realizar fenómenos preternaturales de trascendental importancia, como por ejemplo, centrifugarle el cerebro a alguien (menudos cuestionarios hacen allí). Al comité le entra la risa floja ante tales afirmaciones, pero el profesor no tarda en aparecer muerto y con el cerebro centrifugado, así que se deciden a tomarle más en serio. El principal sospechoso es Jim Tanner, un valiente y atractivo científico que pretende desenmascarar al auténtico asesino y probar su inocencia, pero cuya vida corre peligro a cada momento. Para Jim, la posibilidad de morir por centrifugación parece cada día más cercana.


El poder es una producción de George Pal, uno de mis favoritos de la ciencia ficción de toda la vida y director de la mitiquísima El tiempo en sus manos (1960), una epopeya victoriana que no tiene desperdicio. El realizador es Byron Haskin, un director notable que tiene en su filmografía ese indiscutible hit del cine de marcianitos que es La guerra de los mundos (1953). En el papel protagonista tenemos a George Hamilton, uno de esos actores con un físico agraciado pero que incomoda, y que parece una mezcla entre Warren Beatty, Anthony Perkins y William Ragsdale, el Charlie Webster de Noche de miedo (1985). Al tal Hamilton lo recuerdo básicamente por haber interpretado al conde Drácula en Amor al primer mordisco (1979), película que recientemente ha sido víctima de una secuela, Amor al segundo mordisco (2008), vivir para ver. La actriz Suzanne Pleshette adopta el tradicional rol femenino que se rige en este tipo de productos por antonomasia, y se limita a dejarse querer por el protagonista y a gritar cuando la escena lo requiere. En un pequeño papel también podemos ver a Ivonne de Carlo, la madre vampiresa de La familia Monster (1964-1966) y Michael Rennie, el Klaatu de Ultimátum a la tierra (1951). La pomposa banda sonora corre a cargo de Miklós Rózsa, un compositor que ha sido nominado al premio Oscar 16 veces, y que lo ha ganado en tres ocasiones, casi nada.



Científicos, laboratorios, telekinesis, un misterioso asesino, peculiares teorías sobre el superhombre y el programa espacial, son los elementos que se conjugan en una trama con vocación de thriller de ciencia ficción. La cinta nunca llega a profundizar en las verdaderas ramificaciones del hecho sobrenatural que expone, sino que se limita a simplificarlo en una pueril pero efectiva trama de "descubre al asesino". Por otro lado, lo del hombre corriente y moliente que por un giro imprevisible del destino se ve involucrado en un embrollo de proporciones épicas, suena mucho a Hitchcock, la verdad, y no sin razón. En esta ocasión nuestro hombre de a pié no se ve asediado por una organización criminal súper poderosa o por un gobierno enemigo, sino por un solo hombre, pero un hombre tan poderoso y omnipresente como cualquiera de los dos organismos anteriores. La película juega con los convencionalismos lingüísticos del cine de suspense y misterio, y mantiene un montaje dinámico que refuerza de manera esplícita la sensación de cada momento. Recordemos en este sentido que existe una persecución rodada casi en su totalidad por primeros planos y que funciona, porque lo que interesa es mostrar la angustia del protagonista y no frívolas piruetas automovilísticas.



Tensión y misterio es lo que podemos encontrar en El poder, un thriller al uso que desemboca en un potente clímax final, que aparte de ser sorpresivo y coherente, también tiene la capacidad de tapar agujeros. La cinta es un mero divertimento de los 60, con colores intensos, una opresiva atmósfera y una sugerente narrativa clásica. Muy en consonancia con otros productos de la época, como El hombre con rayos X en los ojos (1963) por ejemplo, aunque sin llegar a los méritos de ésta. A muchos tampoco les pasará por alto el parecido existente entre esta película y Scanners (1981), la cinta de David Cronenberg, y a decir verdad, El poder se me antoja como un claro precedente de esta alegoría moderna sobre la monstruosidad del ser humano.



La frase: “Si era amigo de Henry, tiene que ser el hombre más pesado que existe en el mundo, o que no existe…”


Leer critica El poder (The Power) en Muchocine.net

7 piquitos de oro:

antoñita mary dijo...

miedo me dà

Möbius el Crononauta dijo...

Sacre bleu, ¡esto hay que verlo!

Saludos

Igor Von Slaughterstein dijo...

Pues que buena pinta, no la conocía. Mientras que leía la reseña es verdad que me acordé de "Scanners", o de "La Furia" de De Palma.

¿Secuela de "Amor al Primer Mordisco"? Dios, que mal estamos!!

Saludos.

john mcclane dijo...

Se ve como una cinta prometedora. Tendré que buscarla a la brevedad.

Saludos!

Alazne González dijo...

esta me la paunto, que tiene una pintaza.... es que me encantan las frikadillas, y Cecil siempre nos recomeindas peliculones.

por cierto, pasaros por mi blog, que tenéis una sorpresilla muy merecida.

saludos

Anónimo dijo...

Todo un clásico...

Anónimo dijo...

Es curiso. Esta peli la vi hace bastantes años en el canal Turner y en versión original sin subtítulos. ¡¡Algo vería en ella!!.
Saludos.

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