El sabor de las cerezas (1997)

Elprimerhombre no había visto ninguna película del cineasta iraní Abbas Kiarostami, pero El sabor de las cerezas me conmovió por su extremada sencillez a la hora de afrontar un tema tan complejo como el suicidio.

El actor Homayoun Ershadi encarna a la perfección al personaje principal (señor Badi), que desde el primer plano conduce su coche por todo Teherán, buscando a alguien para realizar, según palabras suyas, “un trabajo bien remunerado”. Su intención es quitarse la vida por causas que sólo él conoce pero necesita la ayuda de otra persona para llevar a cabo el suicidio. Conduce en diferentes viajes a un soldado, un seminarista y un trabajador del museo de historia natural, hasta las colinas de Teherán, el lugar donde quiere morir. Todos ellos intentan persuadirle para que no lo haga pero él evita oír sus sermones. El título de el sabor de las cerezas viene dado por una especie de parábola que le explica el empleado del museo, que también estuvo a punto de acabar con su vida pero gracias a un simple cerezo desistió de hacerlo.


De manera precisa y minimalista, Kiarostami nos introduce en su particular forma de hacer cine, tan personal como eficiente. Su puesta en escena nos hace ser partícipes de una realidad cercana y la ausencia de música aumenta más esa sensación. Como única banda sonora oímos todo lo que rodea al protagonista, como el sonido del crujir de la tierra al pasar su coche, los cantos de los pájaros, el viento soplando, niños jugando y militares dando voces a paso ligero. Lo importante para Kiarostami es captar un momento mágico sin alterar nada la realidad. De esta forma, el espectador se debe dejar llevar por el sentido del oído, evocando al pensamiento un momento de paz. Para más inri, la canción de las letras de crédito finales es una delicia, una melodía de trompetas que llega hasta lo más hondo del ser humano.

Por este tipo de cine pausado y contemplativo, se ha comparado a Kiarostami con el realizador español Víctor Erice, llegando a unirlos en el 2006 en una conferencia en Barcelona, a raíz de una exposición que relacionaba a los dos directores, en la que se podían ver algunas correspondencias en forma de cartas filmadas que se enviaban mutuamente. Ambos se alabaron mutuamente, dejando bien claro que sus películas han sido un referente para cada uno a la hora de hacer sus propias creaciones. Y hay que destacar que Akira Kurosawa también elogió el cine de Kiarostami.

En definitiva, El sabor de las cerezas, que obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1997, es un bello poema sobre la condición humana, en el que se desprende una tranquilidad envidiable gracias al elogio de las pequeñas cosas que nos rodean, consiguiendo además con pocos planos y hasta con secuencias repetidas la exaltación de la vida.

Un saludo!

Leer critica de El sabor de las cerezas en Muchocine.net

6 piquitos de oro:

Alazne González dijo...

tras el par de meses y este último mes de paro obligatorio, vuelvo a la blogosfera, veo que habéis comentado multitud de películas, me apunto esta, aquneu de moemnto no estoy para este tipo de películas, la crítica me ha convencido.

un placer estar de vuelta

Ivan dijo...

Pues justamente esta es la que me convence de Kiarostami, el resto no puedo con ellas, no por lentas como se queja todo el mundo, sino por bastante maniqueas, pero bueno, eso vende en festivales de "auteur".
Saludos!

nn dijo...

Gracias por la recomendacion, no he visto nada de este director...!!!

Ramón Ramos dijo...

Cuando se habla de cine contemplativo y pausado siempre me acuerdo de una cita de Woody Allen que según me contaron dijo algo así como que en el cine europeo se hacen películas en las que se puede ver crecer la hierba.
Saludos,

Cecil B. Demente dijo...

Ramón: La frase a la que se refiere creo que la dice Gene Hackman en La noche se mueve; "Ver una película de Rohmer es como ver crecer una planta".

Anónimo dijo...

Pues no la he visto y no pienso perdermela. Gracias!!

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